La
Estigmatización del otro en los Procesos de Inclusión de Estudiantes con
Discapacidad
Autor: Carlos Augusto Awais
Rumbos
Universidad Politécnica
Territorial Andrés Eloy Blanco, UPTAEB
Lara, Venezuela
Resumen
El objetivo de este
análisis es intentar una aproximación al tema de cómo la estigmatización del
otro influye en los procesos de inclusión de los estudiantes con discapacidad
en el sector universitario. Este trabajo está enmarcado en la modalidad de ensayo
y está apoyado en una investigación de campo de carácter reflexivo y crítico.
Como aporte principal, está el hecho de permitir a los lectores reflexionar
sobre lo perjudicial que es para una institución educativa compartir el espacio
físico y no el social cuando se deja que la estigmatización tenga un rol
preponderante en nuestras relaciones interpersonales.
Palabras clave: incapacidad; universidad; relaciones
interpersonales.
Fecha de Recepción: 16-10-2017 |
Fecha de Aceptación: 22-12-2017 |
The Stigmatization of the other in the Processes of
Inclusion of Students with Disabilities
Abstract
The objective of this analysis is to try to approach the issue of how
the stigmatization of the other influences the inclusion processes of students
with disabilities in the university sector. This work is framed in the essay
modality and is supported by a reflexive and critical field research. As a main
contribution, there is the fact of allowing readers to reflect on how harmful
it is for an educational institution to share the physical space and not the
social space when stigmatization is allowed to play a preponderant role in our
interpersonal relationships.
Keywords: disabilities; universities; interpersonal relations.
Date Received: 16-10-2017 |
Date Acceptance: 22-12-2017 |
1. Introducción
La
Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco (UPTAEB), se ha
caracterizado, no solo por tratar de ser una universidad inclusiva, sino
también por promover y materializar procesos formativos para tratar de
desarrollar valores superiores y fines esenciales. Con esta orientación, su
característica esencial ha sido intentar lograr la formación humanista como
aspecto de vital importancia en el proceso educativo integral de nuestro futuro
profesional.
En
este orden de ideas, esboce una serie de preguntas a raíz del ingreso de
estudiantes con discapacidad a nuestra institución ¿Se perciben los estudiantes
con discapacidad como sujetos de derechos? ¿Se perciben incluidos dentro de los
procesos relevantes de la institución? Estas inquietudes me llevaron a realizar
una investigación sobre la Inclusión de los Estudiantes con Discapacidad al
Sector Universitario, de dónde surgió la estigmatización como elemento
relevante que definía la realidad que quería abordar.
Es
por esta razón, que a través de este trabajo me he permitido reflexionar sobre
la manera cómo la estigmatización afecta las relaciones interpersonales en
cualquier espacio que se comparta en nuestras vidas, pero especialmente he
querido comprender cómo nos afecta en la institución de estudios universitarios
a la cual pertenezco, fundamentando mis reflexiones sobre el tema,
principalmente, en extractos de las entrevistas que hice a los participantes de
la investigación y en algunos referentes teóricos.
Como
propósito principal, lo que se quiere es sembrar en el lector la semilla de lo
que significa compartir un espacio físico, pero con mucha dificultad el espacio
social. Esto pareciera no lograrse porque establecemos líneas divisorias
invisible que no permitimos sean atravesadas por otros y que las generamos
principalmente por estampar en nuestras mentes atributos negativos, que en la
mayoría de los casos los imaginamos de los demás, y que al final lo que logran
es entorpecer las relaciones interpersonales.
2. Desarrollo
La sociedad ha dado señales de irse
configurando entrando y saliendo de momentos históricos caóticos que
deliberadamente los seres humanos propician para establecerse como dominantes
unas sobre otras y configurar un orden aparente mundial. El problema central de
este orden, es que está sustentado en instituciones que quieren mantenerlo para
dar respuesta a una ideología dominante y no a las verdaderas necesidades de
las personas que conforman a la comunidad.
Sánchez, Hernández, y Pérez, (2007a), afirman que:
Dentro de la complejidad de nuestra
situación actual y en la esfera de la violencia, se presenta una violencia que
opera ciegamente, que pervierte la condición humana y el ámbito de la
interrelación entre los hombres, es una forma de decadencia social que hasta
hoy se le ha dado la categoría de amenazante, pero también es una indigencia
del corazón humano que se ha convertido en una hostilidad e indiferencia
tajante frente a los demás hombres…
(pág. 8).
Los autores
afirman que; “esta violencia tiene su nombre: la discriminación, que es ante
todo un fenómeno social, una situación de exclusión, de no reconocimiento, pero
también, es el resultado de la indiferencia moral hacia el otro…” (Sánchez,
Hernández, y Pérez, 2007b: pág. 9).
Ahora bien, en esta discriminación
que hace la sociedad hay que prestar especial atención de aquellas que surgen
cuando se le asigna un atributo negativo a cualquier miembro de la comunidad,
porque está orientada a establecer, como algo normal, una clasificación que
pretende asignarles a estos individuos un menor valor y agruparlos en una
categoría para pretender mantenerlos al margen de los derechos que como
ciudadanos le corresponden.
En
este sentido, es vital preguntarse quién o quiénes son los perjudicados porque
la respuesta pareciera ser evidente, los más débiles de quienes podemos
formamos prejuicios que en muchos de los casos son negativos. Sin embargo, la
sociedad no actúa a pesar de la discriminación en grupos dando respuesta a uno
específicamente. En el tejido social todos los grupos interactúan y son estas
relaciones las que definen realmente el carácter amalgamado de una sociedad.
Baron y Byrne (2005a), en su libro
Psicología Social, develan que:
Una persona con prejuicios hacia un determinado
grupo social evaluará a sus miembros de manera particular (normalmente
negativa), simplemente en razón de la pertenencia a este grupo. Rasgos o
comportamientos individuales desempeñan un papel nimio; los miembros de dicho
grupo social desagradan (o agradan, en muy pocas ocasiones) por pertenecer a un
grupo específico. Por su parte, la discriminación
se refiere a acciones negativas hacia grupos que son víctimas del
prejuicio. (pág. 217).
Una
sociedad sana, necesariamente busca un equilibrio de las relaciones que deben
darse en y entre los diferentes grupos que se generan. Sin embargo, muchas
veces estas relaciones no son sinceras o no están comprometidas hacia la
búsqueda de objetivos comunes, sino que se orientan hacia la búsqueda de la
satisfacción de intereses individuales sacrificándose el bien común para toda
la sociedad. El autor define como: “cualquier bien que
resulte ser una genuina perfección de nuestra naturaleza humana común es un
bien común”. (Audi, 2004: pág. 108).
Por
otra parte, muchas de las relaciones personales que comparten un mismo espacio
físico, no son sanas, porque no comparten un mismo espacio social y están
significativamente marcadas por la forma moral, no impuesta por códigos éticos,
sino por la comprensión que se tenga sobre la ambivalencia subjetiva de lo que
es llamado bueno y malo, bello y feo. También, se debe prestar especial atención
a una innumerable cantidad de atributos que los seres normales establecen para
aceptar o rechazar al otro y lograr alcanzar a vivir el nosotros de la mejor
manera.
Increíblemente,
las personas tenemos una capacidad de discriminar a los demás por su forma de
hablar, moverse, vestir, pensar, creer, origen, color de la piel, defectos
físicos, discapacidad o cualquier otro atributo, hasta el punto de que llegamos
a considerar a los demás como extraños a pesar de convivir en el mismo espacio
físico. Esta manera particular de ver a los demás genera lo que se conoce como
estigma, término que hace referencia según el autor a “un atributo
profundamente desacreditador” (Goffman, 2006:
pág. 13), pero que se usa para confirmar la normalidad del otro.
La
estigmatización, es quizá una de las más crueles de las acciones humanas,
porque permite que te formes una imagen desvirtuada del otro, que genera un
daño, no por lo que piensas sino por como actúas que, incluso, puede llevarlo a
pensar y sentirse fuera de un espacio que por derecho se debería compartir y
sin embargo no es así, por estar delimitado por líneas imaginarias de
autorrechazo que infringe un perjuicio sicológico que en muchos de los casos es
difícil de revertir.
Dentro
de este orden de ideas, es importante resaltar que la estigmatización se da en
todos los estratos de una comunidad y no es exclusiva en la asignación de
atributos negativos, para el caso que deseo argumentar, a los estudiantes
universitarios con discapacidad. En una institución universitaria se
evidenciada por directivos, docentes, administrativos, obreros y estudiantes
sin discapacidad y es precisamente no reflexionar sobre este hecho lo que
dificulta el logro de relaciones asertivas que beneficien a toda la comunidad.
Visto
de esta forma, lo que se quiere significar es que las relaciones dentro de una
comunidad no pueden estar impregnadas de estigmatizaciones previas porque se
establecen bajo un manto de dudas por considerar al otro incapaz de darle
respuesta a los problemas personales o comunes de la comunidad que comparten.
Las relaciones deben ser abiertas y siempre bajo un clima de respeto hacia el
otro.
Ahora
bien, ¿cuáles son los peligros de considerar la estigmatización como algo
corriente dentro de las acciones humanas? Tanto que en todos los ámbitos de la
sociedad existe y las instituciones educativas no escapan a esta realidad; es
por ello mi interés en argumentar, a través de un ensayo, la manera cómo puede
afectar a la inclusión de los estudiantes con discapacidad el hecho de hacerlos
sentir diferentes dentro de un recinto universitario cuya premisa es regirse
por principios de Justicia social y equidad.
Es
importante resaltar, la no intencionalidad de las acciones para rechazar a los
estudiantes con discapacidad, lo que sucede es que en la universidad donde
laboro se dio una apertura total que tomó por sorpresa a la comunidad por no
saber cómo manejar esta nueva realidad. También, esta nueva realidad tomó por
sorpresa a la universidad porque es en estos momentos que se está preparando
para asumir este reto que se notó más que era un lineamiento de política
educativa que una reflexión profunda para dar cabida a estas personas a quienes
sus posibilidades de lograr estudios universitarios prácticamente les eran
negados.
Para
tener una idea sobre lo anteriormente dicho, les traigo un extracto de las
entrevistas de una investigación que estoy llevando a cabo donde se aprecia
cómo las personas con discapacidad son percibidas por los demás y por ellos
mismos; convirtiendo el estigma como algo
común en la interacción de los seres humanos y evidencia la dificultad de
alcanzar objetivos que deben ser comunes a todos los individuos de una
comunidad.
No
saben tampoco cómo tratar a una persona con discapacidad les da miedo, les daba
miedo entonces, fue poco a poco, un trabajo de ambas partes y me costó mucho no le voy a poner pañitos de
agua fría a la situación porque de verdad fue muy difícil yo dejé de estudiar
mucho tiempo precisamente porque no me podía adaptar, porque este decía Dios
mío no podía no hallaba la manera porque la gente no me daba la cabida, me
trataban como si fuera una paria y eso fue un esfuerzo que tuve que hacer demostrar
que yo no era ninguna paria sino que yo tengo las mismas necesidades que
cualquier convencional solo que yo las consigo de otra manera.
Por otra parte, en otras entrevistas de este estudio
los estudiantes con discapacidad hicieron referencias a atributos como “Lástima”
“Mendigo” “Incapaz” “Frágil” “Ignorante” “Flojas” “Era el único así” “Te va a
dar pena que te vean” “Conoces gentes peores que tú” “Yo no tengo nada delante
de él” “El mundo de un discapacitado se ve muy diferente”
“Dificultad de hablar sobre su discapacidad con las mujeres”. Atributos que
hacen que se rompa cualquier intento de lograr la inclusión vengan o no de
estudiantes que no tengan la condición de discapacidad.
Por
otra parte, con base en experiencias personales en las unidades de formación
que imparto puedo afirmar que a los estudiantes sin discapacidad se les hace
difícil aceptar dentro de sus grupos de trabajo a los que sí la tienen, porque
consideran que se verá afectado su rendimiento y en muchas oportunidades se
tuvo que intervenir directamente para revertir este hecho sin afectar a ninguna
de las partes involucradas.
Jiménez y Huete (2002), en su análisis de
las respuestas recibidas al cuestionario sobre Discriminación por Motivos de
Discapacidad promovido por el CERMI Estatal, concluyen que:
Existe un tipo de discriminación basada en el
rechazo, el miedo y el desconocimiento, que está presente prácticamente en
todas las actividades de la vida diaria de las personas con discapacidad. Esta
es una discriminación particularmente dolorosa, que humilla a las personas con
discapacidad e impide que los avances que se van registrando en materia de
adecuación del entorno y supresión de barreras físicas, de comunicación y
mentales se traduzca en una mejora real de los niveles de acceso y en una
igualdad efectiva de derechos de las personas con discapacidad. (pág. 80).
Es importante resaltar, que la razón
de este rechazo se le puede atribuir al hecho de que a la mayoría no se
orientó, en sus hogares, estudios
primarios o secundarios, a comprender que la sociedad es para compartirla con
una gran variedad de seres humanos que poseen características muy diferentes y
que una condición discapacitante necesariamente no representa una desventaja
para lograr las metas planteadas; al menos que sea una discapacidad cognitiva
severa o un error en la escogencia de lo que se quiere estudiar que es un error
común en los procesos de inclusión.
Ahora
bien, a pesar de los programas y campañas orientadas a tratar de generar la
inclusión dentro de la universidad y para los cuales no se estaba preparado y
no se está aún, y que hubo de conocerse
de una manera precipitada como para justificar la inclusión de los estudiantes
con discapacidad fue lo que generó al principio rechazos de parte de los
docentes y se aprecia en expresiones como: “si incluyen en mi lista a un
estudiante con discapacidad pido que me lo retiren” “no sé cómo lo voy a tratar
si es un estudiante con discapacidad auditiva”.
Por lo tanto, y es ahí donde hay que
reflexionar profundamente, se debe perseverar en alcanzar una cultura de
inclusión que como valor debe vivirse dentro de la institución para evitar la
estigmatización por comparación con los estudiantes “normales” que
tradicionalmente hemos recibido. De no ser así, siempre se estará buscando una
acción evasiva para no admitirlos de manera plena en ese espacio social que por
derecho les corresponde.
Basado
en lo anterior, hay que preguntarse ¿Dónde radica el problema? Y se puede decir
al compartir en la comunidad por tantos años, que el hecho es que el rechazo
aparece de muchas maneras en las acciones de los seres humanos y a veces ni
siquiera notamos que estamos desacreditando al otro y la razón es que se ha
establecido una cultura que considera al estigma como algo normal hasta el
punto de reírnos sin siquiera percatarnos del daño que se puede estar
infringiendo.
Lo antes expuesto nos hace plantearnos otra
pregunta ¿Qué nos motiva a pesar de compartir un mismo espacio físico a no
compartir el espacio social? o creer que lo estamos haciendo porque conformamos
grupos que se ajustan de alguna manera a los cánones invisiblemente
establecidos por el grupo. Los autores afirman que: “la
estigmatización se basa con frecuencia en supuestos irracionales. Sin embargo,
las emociones que son activadas pueden ser bastante fuertes y fácilmente
transferidos a alguien más incluso hacia una segunda persona que no comparta el
estigma”. (Baron y Byrne, 2005b: pág. 275).
Hecha
la observación anterior, se debe resaltar lo contraproducente que es para una
comunidad, sobre todo universitaria, la formación de grupos con fuertes rasgos
de estigmatización, porque sería prácticamente imposible alcanzar objetivos
comunes importantes como lo es la inclusión de los estudiantes o simplemente
alcanzar la tan anhelada igualdad o equidad en el soporte fundamental de la
educación el saber, hacer y ser.
Con
esto quiero llamar la atención, que la inclusión de los estudiantes con
discapacidad como proyecto fundamental institucional debe abordarse desde
principios morales que nos obligan a entregar todo lo mejor de cada uno de
nosotros para sentir que compartimos un espacio social único y no uno plural en
función de acciones teleológicas grupales que no nos comprometen a alcanzar los
objetivos institucionales, sino personales.
En
este sentido, pareciera que dentro de la institución todos de alguna manera participan
en los lineamientos morales establecidos para rechazar la estigmatización, pero
no se aprecia como un compromiso para generar un cambio significativo que
impacte a toda la comunidad cuando se está procurando la inclusión de los
estudiantes con discapacidad. La autora afirma que: “para
una vida con dignidad humana, tenemos un motivo moral muy fuerte para promover
su florecimiento y eliminar los obstáculos a su desarrollo”. (Nussbaum,
2007: pág. 343).
Como
personas con dignidad humana, que formamos parte de una comunidad, debemos
considerar cuando ingresa un joven con discapacidad a la universidad en todos
los ajustes que tuvo que hacer a su vida por las experiencias vividas relativas
a su condición. Por otra parte, reflexionar sobre ello, y comprender cuántos
ajustes hizo a su concepción del yo para no sentirse intimidado al caerse y
tener que nuevamente levantarse para seguir su camino hacia el logro de sus
metas; es digno de admiración y respeto.
Sin
embargo, cabe agregar, que son muchos los compromisos que se deben concebir
para recibir como se debe a estos jóvenes y alcanzar niveles de organización
que hagan su estancia académica más cómoda; cabe destacar: el pensum de
estudio, el mejoramiento de las instalaciones para facilitar su movilidad, los
servicios tecnológicos adaptados a su discapacidad, la capacitación de los
docentes, la adecuación de las áreas de servicios, entre otras. El autor sostiene que: “la incorporación de la persona con discapacidad a su entorno
le permite interactuar con el mismo, activarlo, transformarlo, adaptarlo a su
medida y a la medida de sus limitaciones”. (García, 2003a: pág. 247).
Algo
muy interesante y que se debe siempre tomar en cuenta es establecer en nuestra
cultura universitaria un vocabulario o gestos que sean aceptado por toda la
comunidad de estudiantes con discapacidad para que se sientan incluidos y esto
debe ser respetado en nuestras correspondencias, charlas, discursos, u otros
medios de comunicación. Por otra parte, considero que todas las acciones que se
dirijan a mejorar esta cultura de inclusión, deben ser contrarias al dominio
que se ha establecido con la cultura de la normalidad.
Diniz
y Dos Santos (2009), consideran que:
La
desventaja social vivenciada por las personas con discapacidad no es una
sentencia de la naturaleza, sino el resultado de un movimiento discursivo de la
cultura de la normalidad, que describe las deficiencias como impedimentos para
las actividades que se desarrollan en la esfera pública o comunitaria. (pág. 74).
Ahora
bien, en un recinto universitario se debe tener bajo revisión la
estigmatización en las relaciones que establecen los estudiantes con
discapacidad o no, muchos se creen que son superiores a los otros porque su discapacidad
es menos discapacitante y se observa la dificultad para relacionarse entre
grupos de diferentes condiciones. Por otra parte, es muy usado en el argot de
los estudiantes con discapacidad motora la categoría “convencional” para
referirse a una persona normal que no tiene nada de extraordinario y el hecho
de que prevalezca el etiquetado no favorecerá generar una cultura de
inclusión.
Al
respecto, se puede evidenciar lo anterior en este fragmento de una de las
entrevistas hechas a los participantes de la investigación:
La vida mía es muy impresionante, porque tú conoces
personas en peores condiciones que tú entonces tú dices yo no tengo nada
delante de él yo siempre tomo eso como ejemplo, los chamos, las chamas, que
están en una silla de rueda todo el tiempo yo digo que eso si debe ser más
fuerte de lo que me pasó a mí, al menos yo agarro unos bastones y camino para
allá camino para acá me puedo poner una prótesis entonces al menos yo tengo una
esperanza, pero ellos no la tienen.
Una
universidad inclusiva que no verifica los antecedentes penales, las condiciones
sociales, el color de la piel, religión, condición física o afiliación política
de ninguno de los jóvenes que quieren ingresar, por ser ese su principio
rector, todo el personal que la conforma debe saber que durante las relaciones
con los estudiantes en el espacio social que debemos moralmente compartir se
encontrará con situaciones que no serán de fácil manejo.
En
este sentido, no hay que mostrase sorprendido, si en cualquier momento de
nuestra práctica docente se aprecian estudiantes con alguna discapacidad,
pertenezcan a una raza diferente, con prácticas religiosas diferentes a la que
practica la mayoría o poseen niveles socio económico diferente ¿No es lógico
esperar que eso suceda? Eso para mí es una universidad inclusiva, una que ve a
todos como seres humanos que quieren mejorar su conocimiento para la vida y así
mejorar la forma de convivir con los demás.
Por
consiguiente, como comunidad educativa se tiene una responsabilidad moral de
impedir que los estudiantes con discapacidad se sientan como si no
pertenecieran al espacio que se comparten y esto se puede lograr en la medida
que ellos perciban que nuestras acciones están dirigidas a incluirlos en todos
los procesos que nos definen, y brindándoles todos los recursos disponibles
para hacer que sus objetivos se hagan realidad.
¿Qué
debo hacer como miembro de una comunidad educativa para evitar que la estigmatización
sea reducida, al menos, a un nivel de que quien trate de objetivarla sienta
vergüenza por ello? La respuesta a esta pregunta es muy sencilla, no te hagas
cómplice de la estigmatización y combátela, no solo por el hecho de hacerles
daño a nuestros estudiantes con discapacidad, sino que también se lo haces a
toda la comunidad universitaria, porque los atributos negativos que muchas
veces asignamos a las otras personas ni siquiera existen; son errores de
percepción y destruyen los cimientos en los que se sustenta la moral.
Si
se le permite a la estigmatización formar parte de nuestro quehacer diario,
jamás lograremos crecer como grupo social del cual se espera un impacto
significativo en los valores que debemos vivir en la sociedad. La grandeza de
nuestra universidad se medirá por el nivel de madurez de nuestras relaciones
internas y esto implica saber reconocer a tiempo todo lo que pueda afectar al
principio moral rector que nos guía, solo así se alcanzará la tan ansiada
humanidad de todos los miembros que conforman a la comunidad universitaria.
En este sentido, Becerra (2016):
afirma en su artículo Liderazgo del Directivo para Mejorar las Relaciones
Interpersonales en el Personal de Organizaciones Educativas que:
Las organizaciones
educativas invitan al compromiso de los directivos para mejorar las relaciones
y lograr las metas trazadas, incorporando al equipo de trabajo en todas las
actividades dentro y fuera de la institución, porque en la humanidad los
sujetos se hallan en mutua dependencia y reciprocidad. El contacto equitativo y
la comunicación son fundamentales, tanto para individuo como para el grupo de
tal manera de que, sin ellos, la persona declinaría y el grupo dejaría de
funcionar. (pág. 24).
Como comunidad educativa debemos
aprender juntos a convivir y para ello se deben hacer los ajustes necesarios en
nuestra forma de actuar que garantice el respeto mutuo, solo así avanzaremos
con pasos firmes hacia la aceptación del otro y por ende al crecimiento como
sociedad.
En
consecuencia, es importante recordar que como institución educativa somos parte
de la sociedad que forma la consciencia que puede contribuir a modificar las
acciones de los hombres y mujeres que la conforman, sin distinciones o
atributos que nos alejen de la tan deseada equidad y justicia social que lejos
de poner frenos a nuestro crecimiento lo favorece a mediano y largo plazo. El
autor afirma que: “Es necesario adoptar medidas redistributivas, destinadas a
disminuir las desigualdades y a facilitar el acceso a los excluidos a la
riqueza, y poner en práctica políticas que estimulen la participación de todos
en la vida social y económica” (García, 2003b: pág. 210).
Cabe resaltar,
en una de mis entrevistas pregunté ¿Cuál era su verdadera necesidad a pesar de
ser una persona con discapacidad? Y el participante respondió:
Mi
verdadera necesidad y creo que la de muchos de mis compañeros aun y cuando no
lo exterioricen porque tal vez no saben cómo decirlo; pero si es lo que
sienten, quisiera estar en un lugar donde no tenga que decir por favor me puede
bajar, por favor me puede subir, por favor, este, me puede atender, quisiera
vivir así, pero nunca, nunca lo he experimentado.
3. Conclusiones
Sobre la base de las ideas expuestas
sobre la estigmatización, se aprecia que los estudiantes con discapacidad
desean sentirse libres y no ser una carga para la sociedad, sino ser parte
integral de ella contribuyendo a su crecimiento; para lograr esto se debe
disminuir la vulnerabilidad social en los espacios que se comparten y hacer
énfasis, en ello, dentro de las instituciones educativas para evitar que los
estudiantes con discapacidad no participen e influyan en los intercambios sociales
que le dan la identidad a la comunidad.
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Carlos Augusto Awais Rumbos
e-mail: awais_carlos@hotmail.com
Nacido
en Nirgüa estado Yaracuy, Venezuela. Ingeniero químico egresado de la
Universidad Nacional Experimental Politécnica Antonio José de Sucre, magister
en educación mención investigación educacional y en la actualidad asistiendo a
cursos doctorales en el área de educación universitaria en la UPEL-IPB. Me
desempeño como docente agregado adscrito al departamento de Higiene y Seguridad
laboral en la Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco. Experto
en e-learning en la Fundación para la Actualización Tecnológica en
Latinoamérica. Ejercí diferentes cargos durante más de diecisiete años en el
ramo industrial antes de incursionar en el área de la educación universitaria y
realicé cursos en el área de higiene y seguridad en países como México, U.S.A.,
Brasil, entre otros.
El contenido de este manuscrito se difunde bajo una Licencia de Creative Commons
Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
- Versión Original -
DOI: https://doi.org/10.29394/Scientific.issn.2542-2987.2018.3.8.14.273-289