Región
Histórica y Espacio Cultural Trujillano
Autores: Carol Del Carmen Terán González
Universidad Nacional
Experimental “Rafael María Baralt”, UNERMB
Trujillo, Venezuela
Yherdyn Jacinto Peña Delgado
Universidad de los Andes, ULA
casahistoriatrujillo@gmail.com
Trujillo, Venezuela
Javier Santiago Vásquez
Calderas
Universidad Nacional
Experimental “Rafael María Baralt”, UNERMB
Trujillo, Venezuela
Resumen
En
procura de brindar herramientas para la comprensión de la formación del espacio
cultural de la región trujillana, a través de un proceso de investigación
descriptivo documental, con técnicas de recolección de datos como el uso de
fichas de información para documentar el estudio y sus hallazgos, se escudriña
en los cronistas de indias, y en la instauración de instituciones como el
mayorazgo con el fin de sustentar el porqué de la distribución espacial y la
caracterización del actual estado Trujillo como una región histórica claramente
definida y sustentada en su proceso formativo, a partir del acto fundacional de
la ciudad por parte de los conquistadores españoles, elementos, que se aspira a
que contribuyan a la enseñanza aprendizaje de este importante proceso formativo
de la identidad histórica y cultural de los trujillanos.
Palabras clave: región histórica; fundación; espacio cultural;
identidad.
Fecha de
Recepción: 17-03-2018 |
Fecha de
Aceptación: 12-06-2018 |
Historic Region and Trujillano Cultural Space
Abstract
In search of offering tools for the
comprehension of the formation of the cultural space of the region trujillana,
across a descriptive documentary process of research, is investigated in the
chroniclers of indies, and in the restoration of institutions like the
primogeniture in order to sustain the why of the spatial distribution and the
characterization of the current state Trujillo as a historical region clearly
defined and sustained on its formative process, from the founding act of the
city on the part of the Spanish conquistadors, elements, which it aims that
they contribute to the education learning of this important formative process
of the historical and cultural identity of the trujillanos.
Keywords: historical region; foundation; cultural space; identity.
Date
Received: 17-03-2018 |
Date Acceptance: 12-06-2018 |
1.
Introducción
Este trabajo, tiene como propósito primordial comprender la
evolución del espacio regional trujillano hasta convertirse en el actual estado
Trujillo, tarea impostergable en los actuales momentos, es por ello, que se
recurre a los textos primarios que dan cuenta de la conquista del territorio
que había sido poblado por siglos por los indígenas cuicas y que
intempestivamente fue formado por los conquistadores españoles. A partir de ese
momento, se inicia una reconfiguración de los referentes espaciales que había
caracterizado estas latitudes hasta ese entonces. Es así, que a pesar de no
pretender ocultar el pasado indígena, la fundación de la ciudad de Trujillo por
parte de los españoles, es un hito que impulsa el estudio del origen de unas
nuevas estructuras organizativas (ocupación, distribución, instituciones…) que
formarán parte indisoluble de Trujillo como entidad política administrativa.
Pero además de ello, se entiende que el acto de fundación
es sólo la chispa que origina esta conformación; por esta razón, se busca
integrar otros elementos que permitan comprender el cómo y el porqué de la
distribución espacial de lo que hoy es el territorio trujillano. Entonces,
además de los cronistas, es necesario indagar acerca de algunas de las
instituciones que surgieron con la colonia, particularmente el mayorazgo; que
en Trujillo, será otorgado a la familia Cornieles y que contribuirá a darle
integridad territorial a estas tierras, al jurisdiccionar amplias propiedades a
lo largo y ancho del territorio, a la ciudad de Trujillo.
De esta manera, para su más clara comprensión, se recurre
al estudio de una categoría altamente evasiva como lo es la región, y a partir,
de un estudio documental y descriptivo, se recorrerá el devenir de esas
primeras exploraciones que sentarán las bases de la estructuración así como de
la diversidad y particularidad cultural de los microespacios regionales (o
microrregiones culturales) que, posteriormente han estado sometidos a los
vaivenes de las políticas de gobernantes que han realizado diferentes
divisiones administrativas.
2.
Abordaje a la ciudad como génesis de la trujillanidad
Es de recordar que el devenir de las sociedades
latinoamericanas se encuentra íntimamente ligado a su propia condición de
origen hispánico colonial. Es decir, que los hombres en su medio se asientan y
establecen su organización en torno a las ciudades. Y a su vez, las ciudades
vieron sus primeras luces con la fundación realizada por los conquistadores
españoles. Con tal aseveración, bajo ningún concepto se pretende obviar o
invisibilizar a las comunidades cuicas que escogieron como hogar las tierras
que hoy conforman el estado Trujillo. Muy al contrario, lo que aquí se
pretende, es un repaso en la evolución espacial de la territorialidad
trujillana; intentando fijar los parámetros a través de los cuales la
“Provincia de los Cuicas” pasó a constituirse en el actual estado Trujillo y
las implicaciones de tal dinámica en la configuración del imaginario
identitario de sus pobladores de ayer y hoy.
Actualmente, se busca el abordaje interdisciplinario de
categorías como región, espacio, cultura, identidad; para de esta manera,
reducir la mirada parcializada con la que se han fijado nuestros ojos sobre el
pasado y el territorio. Lo que conduce a la construcción de una identidad
fracturada, de una memoria a retazos, de una concepción espacial deformada, y
más aún, incomprendida por las generaciones legatarias. Hablar de Trujillo en
los momentos actuales, debiera constituir (al menos para los trujillanos) una
condición propia de unidad.
Los pobladores de Trujillo, deben poseer como principal
estandarte a la trujillanidad, como instrumento de afinidad; pero para ello, se
debe internalizar en primera instancia el espacio físico sobre el cual se ha
asentado este pueblo, sus características y las relaciones establecidas en éste
entre los hombres y el espacio que los modela, los restringe y los impulsa a su
transformación. Por ello, es necesario romper con muchas tradiciones que
empujan a meras descripciones inconexas donde el espacio y el sujeto en su
devenir son estudiados cada uno por su lado sin buscar la comprensión de
posibles interacciones. Para generar esta ruptura, entre otras cosas, debe
recurrirse a un estudio geohistórico de estas realidades; y así, ofrecer una
interpretación más o menos cercana a la realidad que presentan estos contextos.
2.1.
La región: una categoría proscrita de la escuela
El término región como
categoría sociohistórica se presenta sumamente complejo, a la vez que
profundamente escurridizo. Atraparlo o al menos, enmarcarlo dentro de un prisma
particular se convierte en una acción difícil de acometer tanto en el acto
propio de la investigación como dentro del aula de clase. Resulta evasiva en
buena medida porque posee una carga polisémica que reviste cierto grado de
dificultad al momento de hacer su abordaje. A este respecto, es bueno señalar
con muchos investigadores en esta área que, en buena medida, “La idea de
“región” es una construcción puramente intelectual, teórica. Un conjunto de
elementos puede ser entendido como región según los más diversos criterios;
depende enteramente del tipo de relaciones que uno decide considerar
relevantes”.
Es por
ello, que no es de extrañar que tal aspecto no sea considerado en el quehacer
escolar. Basta simplemente conformarse con una supuesta nacionalidad basada en
aspectos genéricos y reduccionistas donde se difuminan las realidades locales.
Y en la medida que se profundizan los procesos formativos se debilita la
identidad y con ella se diluye el sentido de pertenencia, trayendo como
consecuencia a su vez, el deterioro de la ciudadanía. A pesar de ello, es el
gentilicio de la patria chica, del terruño, lo que identifica en la
cotidianidad al individuo, y que de manera simultánea lo integra a sus pares
con quienes comparte el espacio inmediato, pero es importante destacar que el
hecho de consolidar una identidad colectiva, bajo ningún concepto implica
igualdad o unidad. ¿A qué viene tal aseveración? Pudieran preguntarse.
Pues
simplemente, es porque a pesar, de que se esté estudiando un espacio físico
reducido, el mismo puede estar caracterizado por una gran diversidad que empuja
a la formación de microidentidades que establecen “ghettos” culturales circunscritos a la semiótica que el sujeto
construye en torno al espacio en el cual se asienta. Tal circunstancia es
producto de esa condición que Medina, González, Chamorro, y Ortega (1986),
señala cuando indica:
…que
desde el punto de vista del espacio, la región suele asociarse a criterios muy
disímiles, pues por igual se contrae a un pequeño valle fluvial, que bien se
podría atrapar en una carta a escala 1:50.000, o a una extensa llanura que
configuraría lo que Dollfus denomina una provincia geográfica, y aún a dominios
espaciales y humanos mayores (pág. 29).
Como
trujillanos, y vistos desde el ámbito nacional, quienes habitamos en Trujillo
nos hallamos enmarcados dentro de la región andina, arrojando un velo de
anonimia y uniformidad que no responde con justicia a la realidad que se vive
intramuros de este espacio. Es así, que en primera instancia se debe reconocer
que:
La
región de los Andes cuenta con una diversidad de climas y microclimas que se
relacionan con las diferencias altitudinales o pisos térmicos que caracterizan
el área. La tierra caliente, templada, fría y paramera se extiende desde los 0
hasta los 5.900 metros sobre el nivel del mar y cada zona presenta un
ecosistema que influyó en el desarrollo de la tecnología y las formas de
organización social y política de las comunidades prehispánicas (Salazar, Rojas
y Ortega, 2000, pág. 75).
Esta
condición natural del espacio andino, a su vez provoca singularidades en las
actividades humanas, particulariza el quehacer de los hombres y modela
sustancialmente ciertos patrones y/o modelos de conducta. Conlleva a la
aprehensión de además del espacio; de los signos, símbolos e íconos propios de
la idiosincrasia de sus pobladores. Pero dicha diversidad no es una realidad
exclusiva de la región andina. A lo interno de las fronteras del estado
Trujillo, también se presenta tal caracterización física. Y por lo tanto, las
particularidades y diversidades se hacen protagonistas en la constitución del
SER trujillano. Y por ende, esa trujillanidad adquiere matices en función a las
peculiaridades culturales que se han entretejido a los largo de los años en
espacios que pudiéramos llamar microrregionales.
Hasta
ahora, se ha indicado la existencia de microidentidades que se forman y
consolidan en espacios concretos dentro de espacios más generales. Parecieran
estas realidades, razón inexcusable para poder pensar, que lo que hoy
constituye al estado Trujillo, dista mucho de ser considerado como una región
histórica en relación dialogante con sus habitantes. Pero a pesar de esta
realidad, se mostrará de manera sucinta ese complejo y extenso proceso que data
tal vez a miles de años, en los que el hombre apareció en esta geografía y la
hizo suya. Generando identidades que le han permitido integrarse como un todo
medianamente armonioso, pero que imprime matices poli cromáticos que hablan de
su riqueza cultural.
2.2.
Los orígenes
Si
bien, la región andina (y el estado Trujillo como ente constitutivo de la
misma) tuvo un origen algo calamitoso, la aparición del hombre sobre estas
tierras se llevó a efecto de una manera mucho más parsimoniosa. Y de estos
orígenes debemos partir, para poder comprender mejor la conformación
identitaria del trujillano.
Es
decir, romper con esa mirada restrictiva que proyecta nuestro pasado al año de
1557; ese discurso que exhibe a la presencia del europeo como acto genésico de
la trujillanidad. Es así, que las primeras huellas que comienzan a dibujar lo
que podría ser las bases de la futura “cartografía” trujillana provienen de los
aborígenes Cuica, quienes venidos de los andes venezolanos (probablemente
parcialidades Muiscaso Chibchas provenientes de los Andes
colombianos), se asentaron en el territorio trujillano.
Y a
pesar, de que estos aborígenes, no constituyeron estructuras organizativas que
pudieran indicar con precisión algo similar a límites, si se extendieron por un
amplio territorio donde desarrollaron sus actividades económicas y culturales y
que entablaron relaciones con otras familias aborígenes lo que si modelaría un
bosquejo de fronteras culturales que han utilizado a lo largo de los años los
arqueólogos y antropólogos para delimitar estos grupos humanos.
Para
comprender la naturaleza de este grupo humano y su posible influencia sobre el
espacio, se recurre a lo expuesto por Rengifo, (2006a), que señala: “Los que
habitaban el actual territorio trujillano, eran grupos sedentarios
habitualmente pacíficos, que habían alcanzado un nivel de desarrollo importante
por la misma condición de paz en que vivían” (Pág. 14).
El
sedentarismo de éstos permitió el desarrollo de técnicas y procedimientos que
condujeron a la diversificación de su actividad socioeconómica y cultural. A
este respecto, se debe señalar, que queda claro que el dominio de la
agricultura es el principal motor de este sedentarismo, y que tal situación de
satisfacción de la necesidad primaria de alimento, devino en el desarrollo de
otras actividades como la alfarería y el tejido que derivó a su vez, en la
posibilidad de ocupar nuevos espacios, cuando por ejemplo lograron protección
contra la inclemencia del clima. Alcanzar este tipo de desarrollo les permitió a
estos indígenas adquirir ciertas particularidades, al respecto, Rengifo
(2006b), indica lo siguiente:
Se
distinguen entre sí por sus dialectos con los que se comunicaban, por las
decoraciones de la cerámica que elaboraban para uso común y algunos de ellos,
en las zonas más altas, porque las mujeres elaboraban tejidos de algodón con
los que fabricaban unos sayos que usaban para cubrirse desde el pecho a las
rodillas, con el fin de protegerse de los vientos y el frío… (pág. 14).
Se ha
insistido, que la historiografía predominante u oficial ha ignorado por grandes
períodos al mundo aborigen venezolano y trujillano, pero producto de trabajos
de profesionales interesados en el asunto, se puede realizar una ubicación de
estos primeros grupos humanos, ejemplo de ello, el historiador trujillano,
Briceño (1982a), señala lo siguiente:
El
país de los cuicas se comunicaba por el norte con los llanos de Carora y el
lago de Coquivacoa, por el sur con las montañas de Mérida y los llanos de
Barinas, por el este con tierras de lo que son hoy los Estados Lara y
Portuguesa y por el oeste con tierras del Zulia y lago de Maracaibo, antes de
Coquivacoa (pág. 58).
Pero
además de esto, los indígenas Cuica establecieron parcialidades claramente
definidas que dividieron este amplio territorio en localidades con una
personalidad cultural bastante destacadas. Lo que a su vez, se decanta en la
definición de estos espacios como núcleos formadores de identidad. Hoy, buena
parte de las localidades trujillanas con “tradición” conservan su toponimia de
origen claramente indígena. Recordemos, que para el acto de fundación de las
ciudades por parte de los españoles, el espacio seleccionado debía reunir tres
condiciones esenciales, a saber: suministro de agua, posibilidad de defensa y
por último, presencia cercana de aborígenes que garantizarán o contribuyeran
con la subsistencia de sus pobladores. Si se realiza un repaso somero de la
ubicación de las principales parcialidades indígenas se podrá encontrar lo
siguiente:
Los
mucas estuvieron ubicados en lo que es hoy la capital trujillana, en el valle
que riegan el río Castán y la quebrada de los Cedros; muy cerca de los mucas
estaban los bombás, los sisíes o
misíes, los bujayes, tonojoes, monayes y tirandaes. Estos últimos se
dividían a su vez en otros grupos menores como los chachíes, chiquimbúes, mitisúes, chachiques, chacúes, marajabúes,
timusúes, estivandaes, isnabuses, cajúes, isnarunes, escacoyes, curupúes y
estiguates, que moraban en tierras que después pasaron a ser asiento de
Pampám, San Lázaro y Santiago. En Boconó las tribus principales fueron los tostoses, niquitaos, burbusayes, guandaes y
miquichaes. En Carache estuvo el núcleo central de los cuicas, que se
acercaban a los Humocaros y comprendían varios subgrupos, entre éstos los visupites, los caraches y los chejendes.
En Quebrada Grande – Distrito Urdaneta – los miquimboyes, jajoes, duríes,
esnujaques, mucutíes y otros que estaban en las vecindades con los
timotes. A los indios de las riberas del
Momboy, en lo que fue después La Puerta, se les distinguió con el nombre de timotes. En Escuque y de allí hacia
Betijoque, desde la zona baja hasta las inmediaciones del Lago de Maracaibo
moraban los jirajaras, los escuqueyes, los isnotúes, los mosqueyes, los moporos,
los tomoporos y los misoas, (Briceño, 1982b, pág. 76).
Tal
distribución, empareja al espacio físico y al hombre, lo conduce a formas
particulares de interacción y las mismas se transmiten de generación a
generación. Y parece hermanarlo a un destino que lo emparenta cada día más con
la tierra. Pero tal condición, será sometida a prueba, una vez que “el otro” acuda al encuentro y lo tome
por asalto. Y a partir de esta confrontación se comenzará a gestar una nueva
dinámica sociocultural y política – económica que conducirá a la estructuración
de nuevos imaginarios y de nuevas realidades.
2.3.
El encuentro
Cuando
para el año 1498, el Almirante Cristóbal Colón advierte las costas de tierra
firme, el europeo aún no poseía certeza de las implicaciones de los hallazgos
que se habían producido a partir del doce de octubre de 1492. Sin embargo, sin
muchas reflexiones y con menos consideraciones, este expedicionario se dispuso
a la exploración y la conquista del amplio territorio que reclamaba para sus
monarcas.
Es
así, que cuando se inicia la ocupación del occidente de Venezuela, inicialmente
desde Coro y luego desde el enclave que se había constituido el pueblo del
Tocuyo, medio siglo después de la llegada del español, aún no era mucho lo que
se sabía al respecto de estas tierras y de los hombres que sobre ella
realizaban su cotidianidad. Sin embargo, gracias a ciertas fuentes
documentales, se puede apreciar que, desde un principio, hubo por parte de los
españoles, buen interés por ocupar las tierras de los Cuicas, más que por sus
posibles riquezas auríferas, por la calidad de sus suelos y la supuesta
mansedumbre de sus pobladores. Éste, reunía condiciones destacadas para ser
consideradas su ocupación.
Es oportuno, indicar las noticias que al
respecto se poseen de los preparativos para la ocupación de la provincia de los
Cuicas. Y a este respecto, el cabildo del Tocuyo delibera en torno a ello.
Ramos (1992), indica lo siguiente:
…el
cabildo y ciudad del Tocuyo, teniendo noticias de unas provincias de los indios
Cuicas que estaban al poniente de su ciudad, a las cuales había entrado el
contador Vallejo el año de mil y quinientos y cuarenta y nueve, con comisión
del gobernador Tolosa, determinó enviar a descubrirlas del todo y conquistarlas
(pág. 89).
De
esta manera, se puede apreciar, que las tierras habitadas por los indígenas
cuicas, despertaron el interés de inmediato a los nuevos hombres, venidos del
otro lado del atlántico. Sin embargo, por razones no explicitadas, tardó casi
una década desde el momento de la primera exploración hasta la decisión
definitiva de su ocupación. Por esta razón, cuando el español, sale a la
conquista, se dirige al espacio que ocupa esta laboriosa nación, lo que traerá
como consecuencia, no sólo el asentamiento de la primera ciudad de los andes venezolanos,
sino que además, originará tal aventura un deambular que provocará a su vez, la
génesis y la germinación del asiento de la ciudad como epicentro de la dinámica
social.
Para
tan importante empresa, fue comisionado Diego García de Paredes, y sobre la
misma, José de Oviedo y Baños nos relata a manera de crónica lo siguiente:
“…salió del Tocuyo, y marchó para los Cuicas, cuya provincia atravesó siempre
al Poniente, buscando sitio acomodado para poder poblarse, sin que en la
docilidad encontrase oposición…” (Oviedo, 1967, pág. 229). Es de detallar, que
el ejercicio de fundación, no fue un acto improvisado, este conquistador, se
introdujo al occidente de esta comarca, hasta constatar de un sitio apto para
tal fin.
En
esta dinámica, mantuvo de manera incansable su marcha, “…hasta llegar a
descubrir la populosa población de Escuque, situada en un lugar eminente a las
vertientes del caudaloso río de Motatan […] donde pareciéndole a Paredes paraje
acomodado, por las conveniencias del sitio, fundó el mismo año de cincuenta y
seis la ciudad de Trujillo…”, y más
allá de las discrepancias presentadas por los mismos cronistas, en lo que
respecta al año de fundación y a los posteriores desplazamientos de la ciudad y
sus pobladores; Trujillo estará ligado a esa relación siempre tirante entre los
cuicas y el conquistador español. Por otra parte, sobre el asentamiento
definitivo de la ciudad de Trujillo en el lugar que actualmente se encuentra,
Urdaneta (2007), señala lo siguiente:
Se
refunda la ciudad de Trujillo, por séptima vez, en el valle de los mucas, su
actual asiento. “Ciudad portátil”, como se la llamara, con anterioridad había
sido devorada por las discordias de sus vecinos, rencillas de los fundadores,
concupiscencias y maltratos a indígenas, egoísmos del gobierno actuante, y
acosada por plagas de insectos (bachacos), pantanos o barriales, enfermedades
diversas, truenos y temblores o tempestades, “tigres y otras sabandijas”, en
los diversos sitios en que anduvo fijada, como Trujillo de Cuicas, Trujillo del
Collado, Trujillo de Medellín, Mirabel, Nueva Trujillo, Trujillo de Salamanca y
finalmente Nuestra Señora de la Paz de Trujillo. (pág. 66).
Puede
apreciarse en este relato, el agotador proceso que condujo a la consolidación
definitiva de la ciudad de Trujillo, y lo que posteriormente pasaría a
constituirse en la región trujillana. Pero resulta sumamente importante,
detallar el cómo y los por qué de este proceso que condujo a diversos traslados
de la ciudad y de sus pobladores por diferentes rincones de la nación de los
cuicas. En este orden de ideas, Cardozo (2005a), sobre las razones que
originaron la primera mudanza, expone:
Habiéndose
ausentado para El Tocuyo el Maese de Campo Diego García de Paredes a rendir
cuenta de la misión cumplida, sus compañeros observaron conducta injuriosa para
con los escuqueños: profanaron su templo, violaron sus mujeres y se apropiaron
de los bienes tribales. Esta actitud tan arbitraria hizo nacer en el indígena
un sentimiento de odio hacia el español; para 1558 sobrevino un preparado
ataque de los naturales que tomó de sorpresa a los españoles: quedaron estos
sometidos a la tenaz “guazábara” y a un prologando sitio. Tras inenarrables
días, los invasores, para no perecer, optaron por abandonar la ciudad y la
comarca. La primera tentativa de conquista había fracasado (pág. 10).
Como
puede apreciarse, es la conducta del español frente al indígena, lo que genera
una acción armada por parte de los indígenas para expulsar al invasor español,
quien con tal acción rompía la tranquilidad y hasta pudiera decirse, cierto
equilibrio en la convivencia entre el habitante aborigen y este nuevo hombre
venido de otras latitudes. Este será el punto de partida para el peregrinar de
Trujillo y de los primeros trujillanos. Pero tal resistencia por parte de los
indígenas cuicas, no pondrían fin al deseo de los españoles de conquistar y
poblar estas tierras, por esta razón, en el año de 1569, una vez más se realizó
un nuevo intento de repoblar la tierra de estos aborígenes, otro elemento a
destacar son las disputas internas, y las dos rutas desde las cuales se
pretende la conquista: la una desde el Nuevo Reino de Granada y la otra desde
la provincia y gobernación de Venezuela.
Por
esta razón, puede apreciarse, que la repoblación de Nueva Trujillo, no es
encomendada a Diego García de Paredes (por discrepancias con el gobernador)
sino, a Francisco Ruiz. Pero en esta nueva oportunidad, también se cruzaron
otros europeos, los venidos del Nuevo Reino de Granada, comandados por
Maldonado, situación sumamente relevante, puesto que de estas circunstancias se
derivarán, no sólo los límites entre el futuro Virreinato y la Gobernación, si
no, que en el futuro, establecerán la delimitación entre los estados Mérida y
Trujillo.
Tal
escenario, generó intercambio de mensajes y reuniones entre los jefes de las
respectivas expediciones, algunos cronistas, exponen incluso, el estado de
tensión que generó esta situación. Pero una vez afrontada, los venidos del
tocuyo, tomaron iniciativa por el restablecimiento de la ciudad en el escogido
inicialmente por García de Paredes. Sobre esto, Gerendas (2005a), indica:
Después
de la reunión Ruiz se apresuró a enviar parte de sus hombres a reocupar el
asiento de Nueva Trujillo. Él esperó unos días más, pero, viendo que Maldonado
no aparecía ni ejercía ninguna acción, regresó también a esta población,
iniciando de inmediato su reconstrucción. Con ello quiso aplicar la táctica de
hecho consumado, anticipando un eventual regreso de Maldonado, insistiendo en
sus pretensiones sobre aquellas tierras. Aquí encontró que algunas casas que
había levantado García de Paredes no habían sido quemadas o destruidas por los
indios, por lo que pudo aprovecharlas en la reedificación del pueblo. Para
imprimir un sello personal a su gestión, le cambió el nombre a Nueva Trujillo
por Mirabel, “por los estrechos vínculos que le unían con aquel pueblo de
Extremadura, situada a corta distancia al norte de Cáceres. (pág. 411).
Posterior
a estos sucesos, el 02 de agosto de 1559, se sucedió el nombramiento de un
nuevo Gobernador (Pablo Collado) y esto condujo a su vez, a que se restaurara
en su cargo al Maese Diego García de Paredes; quien en diciembre de ese mismo
año emprendió viaje hacia Mirabel y como primer acto restituyó el nombre a la
ciudad a Trujillo, pero esta vez la acuñó como Trujillo del Collado. Nombró
cabildo y una vez más abandonó la ciudad. De esta forma, se puede entonces
apreciar que los primeros cambios que se dan en la ciudad de Trujillo son en
torno a su toponimia y no así, en lo referente al espacio. En esa conquista del
espacio, el año de 1560 atestiguará un importante acontecimiento: la fundación
de Trujillo de Salamanca en el valle de Boconó. Para comprender las causas que originaron
este desplazamiento se recurre a lo expuesto por Gerendas (2005b), cuando
señala:
La
ciudad portátil permaneció en aquel sitio de Escuque un tiempo, pero debido a
la insalubridad de la zona, “a causa de las grandes y ordinarias aguas y
humedades con muchos truenos y rayos”, como indica el padre Simón. Por lo cual
decidieron salir a un lugar más sano y seguro, para el que escogieron el
hermoso valle de Boconó, por sus fértiles tierras, por su clima templado debido
a sus mil doscientos metros de altura sobre el nivel del mar y otras ventajosas
características (pág. 425).
Autores
como Arturo Cardozo (2005b, pág. 11): reseñan que es el propio García de
Paredes quien traslada a Boconó la ciudad de Trujillo en el año de 1561 y
argumenta como causa de tal desplazamiento, prevenir un nuevo ataque por parte
de los cuicas. Mientras que Dubuc (1998, pág. 21), citando a Mario Briceño
Iragorry (1990, pág. 98), indica que “Como consecuencia de estas incursiones,
advirtieron un “ancho valle” de sabana limpia en las playas del Río Boconó,
principio de los indios “Cuycas” y por considerar “más apacible el sitio”
decidieron, en 1558, ubicar allí a Trujillo, en el cognomento de Trujillo de
Salamanca.
Lo
cierto del caso, es que desde el propio año de 1548, este valle, se constituye,
por así decirlo, en la puerta de la nación cuica y posteriormente, en
importante centro poblado, de rica agricultura y particularmente, del algodón
muy apreciado por quienes habitaban en el Tocuyo para aprovecharlo en la
elaboración de tejidos. A pesar de las posibles imprecisiones sobre la fecha en
la que Trujillo de Salamanca fue fundada, se debe destacar que para el año de
1563, se llevó a cabo una nueva mudanza, producto de otra disputa entre los
vecinos de Trujillo, la ciudad se muda nuevamente, y un reducido grupo decide
quedarse en estas tierras, por lo que se ha tomado convencionalmente este año
como el de su fundación; aunque Boconó como ciudad fue fundada en el 1592 por
los franciscanos y nombran como patrono a San Alejo.
Es
así, que Boconó, Motatán, Sabana Larga, Pampán y Trujillo de Nuestra Señora de
La Paz a parte del propio Escuque, nacieron en torno a esta dinámica de
trashumancia en la que sus habitantes se vieron forzados a vivir a lo largo de
trece azarosos años. Trujillo, de esta manera se va afianzando de forma
paulatina con el transcurrir de los años. El territorio conquistado por los
españoles será modelador de hombres de temple, laboriosos, dedicados a las
actividades agrícolas y de comercio. La posesión de la tierra le va granjeando
fortuna a la ciudad y a sus pobladores, los une en un sentido común. Los define
como habitantes de un espacio que les pertenece y al que pertenecen.
2.4.
Las Instituciones
La
errabunda existencia de los primeros pobladores, no solo permite la exploración
y la conquista de un territorio que se le arrebata a grandes tajos a los dueños
originarios, sino que otorga derecho de propiedad. La administración
centralizada en el cabildo de la ciudad, les permite a los habitantes que se
asentaron de manera definitiva en el valle de los Mucas, hacerse de importantes
propiedades, en los más diversos parajes de la geografía trujillana.
Esto
permitió formar identidad, es decir ese reconocimiento del hombre con su
espacio. Parte de esa construcción del Trujillo, como región histórica se
afianza con una experiencia en el propio período colonial, esto es; el
Mayorazgo de los Cornieles, el cual se extendió por gran parte de las tierras
conquistadas y que sirvió de asiento a los primeros pobladores que se hicieron
llamar trujillanos. Su condición de indivisible, garantizó de igual manera, la
integridad territorial de dicho espacio, hermanando aún más al hombre con su
tierra.
A este respecto, Rojo (1997a), nos señala
que:
Según
documento localizado en el Archivo General de la Nación el mayorazgo fue
fundado vinculando grandes extensiones de tierra, todas ellas fraccionadas a lo
largo y ancho de la jurisdicción del actual Estado Trujillo, conformando
estancias de pan “llevar” y pan “coger”, estancias de ganado mayor y menor
(pág. 41).
Esta vinculación de tierras independientes, diseminadas por
la geografía trujillana, provocan de manera indiscutida, un sentido de
integración y unidad. Dicho mayorazgo se funda en fecha del 30 de junio de
1610, apenas cuarenta años después del asentamiento definitivo de la ciudad de
Trujillo. Factor por el cual, se considera como instrumento que contribuye a la
consolidación del estado Trujillo como región histórica. Esta distribución de
tierras en beneficio de un hombre y su familia, permitirá la relación estrecha
con distintas espacialidades que en otrora constituían parte de la nación cuica
y que ahora se encuentra bajo el amparo del cabildo trujillano. De la misma
manera, la autora antes citada, detalla lo siguiente:
El
mayorazgo estaba conformado por 21 estancias de ganado mayor, que representaban
cada una aproximadamente 15 cabuyas de 100 varas, más 20 varas de ancho y 29
cabuyas de 100 varas más 16 varas de largo; además de estos bienes, se incorpora
a los bienes la mitad de la Sabana de la Galera, que la quebrada que la
atraviesa va a dar a Misoa, pueblo de indios en la Laguna de Maracaibo, cuya
extensión aproximada es de dos leguas, que vendrían a representar en hectáreas
6.210. Mas siete y un tercio de las estancias de pan llevar, que cada una de
ellas, estaría conformada por 11 cabuyas más 25 varas. (Rojo, 1997b, págs.
42-43).
Y más adelante, termina indicando que;
El
mayor número de estancias que conforman los bienes del mayorazgo se encuentran
localizados en el cantón Trujillo, dedicados al cultivo y a la cría de ganado
mayor y menor. Los llanos de Motatán ubicados en el cantón Escuque, dedicados a
la cría de ganado y al cultivo de cacao. Tierras en el cantón Carache en el
sitio de Agua de Obispo. Tierras en el valle de Niquitao y Boconó dedicados a
la producción de trigo y a la cría de ganado menor y mayor en el cantón Boconó.
(Rojo, 1997c, pág. 43).
Una
vez más, se observa el reflejo de la cultura aborigen en la toponimia utilizada
por el español, prosigue el continuo humano, se conjugan de esta manera hombre
y espacio para darle sentido a un gentilicio, puesto que la intención no es
agotar el tema, y tal como se les advirtió que estas líneas corresponden a un
trabajo más amplio, es necesario ir redondeando algunas conclusiones derivadas
de este proceso histórico.
3.
A manera de Conclusión
Trujillo es fácilmente asumido como una región histórica
debido a que su origen remonta a sus habitantes a un pasado común y compartido
por las generaciones antecesoras y que asumen las generaciones legatarias. Es
necesario, que en el proceso educativo estas realidades sean incluidas para su
estudio y de esta manera, contribuir con la formación de la identidad. Además,
resulta indispensable la creación y el uso de recursos de materiales didácticos
(sobre todo cartografía histórica) que faciliten el proceso de enseñanza
aprendizaje de estas realidades geográficas y culturales. De lo anterior,
también se deriva la necesidad de la utilización del enfoque geohistórico para
de esta manera inducir al estudio del espacio en la dinámica histórica.
Otra lección que ha quedado pospuesta es la comprensión de
la diversidad espacial y cultural de la región trujillana. El estado Trujillo,
es en este sentido, un crisol donde se funde la tradición, las costumbres, la
memoria, en medio de diversos paisajes que los cobijan. Por último, es
necesario abordar el estudio del devenir del pueblo desprendiéndose de la
concepción centralista que tanto ha caracterizado la dinámica educativa.
4.
Referencias
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Libertador, FEDUPEL.
Urdaneta, R. (2007). Historia oculta de Venezuela (1498-2000). Carcas, Venezuela: FUNDUR
Editores.
Carol Del Carmen Terán González
e-mail: carolteranula@gmail.com
Nacida en
la ciudad de Valera Edo Trujillo, Venezuela. Cursó estudios de Doctorado en
Educación en la Universidad Rafael María Baralt, posee Maestría en Docencia
para la Educación Superior en la misma universidad, Maestría en Literatura
Latinoamericana en la Universidad de los Andes y Licenciatura en Educación
Mención Castellano y Literatura ULA-NURR investigadora del Centro de
investigaciones literarias y lingüísticas Mario Briceño Iragorry. (CILL)
ULA-NURR, jefe de la unidad de investigación y proyecto de la Casa de Historia
Trujillo, articulista e investigadora con 14 años de servicio en el área de
educación y literatura. Ponente en eventos nacionales e internacionales.
Docente invitada en pregrado y Postgrado, ULA, UNERMB, UNESR. Coordinadora de
la Línea de investigación Memoria, Educación y Discursos emergentes (UNERMB),
miembro de la Línea de investigaciones Ciudadanía, hermenéutica y proyectos
sociales. (UNERS). Ha realizado artículos en distintas revistas arbitradas del
país.
Yherdyn Jacinto Peña Delgado
e-mail: casahistoriatrujillo@gmail.com
Nació en Trujillo, estado Trujillo, Venezuela.
Profesor de Historia del NURR – ULA. Miembro del Centro de Investigaciones
Literaria y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry, Coordinador de La Casa de Los
Tratados. Fundador – Coordinador del Taller de Historia “Abya Yala”. Docente
con 14 años de servicio.
Javier
Santiago Vásquez Calderas
e-mail: calderavasquez@gmail.com
Nacido en Valera estado
Trujillo, Venezuela. Licenciado en Educación Integral, Maestría Orientación
Mención Conducta estudiante de Doctorado En Educación Universidad Rafael María
Baralt con una experiencia de 25 años en Educación, perteneciente a la Línea de
investigación Memoria, educación y discursos emergentes, UNERMB.
El contenido de este
manuscrito se difunde bajo una Licencia de
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
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DOI: https://doi.org/10.29394/Scientific.issn.2542-2987.2018.3.10.3.61-82