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La Filosofía: Anfitriona de Valores y Precursora de la Paz

 

Autora: María Gabriela Sánchez Noguera

Universidad Fermín Toro, UFT

gabrielasanchez2015@hotmail.com

Lara, Venezuela

 

Resumen

La filosofía como origen del saber representa una apertura para la consolidación de la paz en las nuevas generaciones. La familia-Escuela-Sociedad deben realizar un trabajo mancomunado en pro de la consolidación de acciones que promuevan la cultura para la paz. Es en la educación desde el hogar y la escuela que se introduce el capital inicial de la sociedad de calidad que se quiere construir y disfrutar en el futuro. El proceso de crianza y formación del Ser requiere responsabilidad y compromiso por cuanto no puede ser tomado a la ligera, requiere entonces de valores éticos y morales que coadyuven a la manifestación de tolerancia, respeto, paz, honestidad, agradecimiento, humildad, entre otros, estos valores deben ser demostrados a través del comportamiento y formas de responder a las diferentes situaciones cotidianas en su contexto directo. La convivencia conduce a establecer relaciones interpersonales y es en esos espacios donde se ponen en práctica los valores aprendidos desde el hogar y la escuela, la idea es fomentar la educación para la paz, de esta manera construir una sociedad que brinde las oportunidades de convivencia pacífica a los niños y jóvenes.

 

Palabras clave: educación; cultura; familia.

 

Fecha de Recepción: 31-03-2018

Fecha de Aceptación: 16-07-2018

 

 

Philosophy: Hostess of Values and Precursor of Peace

 

Abstract

Philosophy as the origin of knowledge represents an opening for the consolidation of peace in the new generations. The family-School-Society must carry out joint work in order to consolidate actions that promote culture for peace. It is in education from home and school that the initial capital of the quality society that one wants to build and enjoy in the future is introduced. The process of upbringing and formation of the Self requires responsibility and commitment because it can not be taken lightly, then requires ethical and moral values ​​that contribute to the manifestation of tolerance, respect, peace, honesty, gratitude, humility, among others, these values ​​must be demonstrated through behavior and ways of responding to different everyday situations in their direct context. Coexistence leads to establish interpersonal relationships and it is in those spaces where the values ​​learned from home and school are put into practice, the idea is to promote education for peace, in this way to build a society that provides opportunities for peaceful coexistence to children and young people.

 

Keywords: education; culture; family.

 

Date Received: 31-03-2018

Date Acceptance: 16-07-2018

 

 

1.    Introducción

La sociedad actual demanda cada día más la puesta en práctica de estrategias que consoliden la educación del joven en la era de la tecnología y el conocimiento, es sabido que el capital inicial de la educación es la recibida en el hogar y que posteriormente le corresponde al docente ser partícipe activo de este proceso hermoso y complejo a la vez. En este sentido el proceso de crianza de los hijos hoy en día requiere del padre un esfuerzo mayor por las diferentes distorsiones que, lamentablemente ha sufrido la sociedad.

 

Monroy (2001): sostiene que “los mejores maestros en la vida de cualquier ser humano son los padres” (pág. 71); debido al sello que éstos determinan. Por lo que se puede decir que son los padres quienes proporcionan el primer ambiente relacional, los aspectos positivos y negativos son aprehendidos en estos primeros espacios a través de la interacción familiar, parte del comportamiento que se manifiesta en la edad adulta es producto de esta relación interpersonal natural. Por esto se hace necesario el análisis de manera intencional propiciado por los progenitores como garantes inmediatos de guiar, orientar y conducir la vida de niños y jóvenes.

 

Para Gervilla (2003): “la familia son un factor fundamental en los procesos de desarrollo del niño” (pág. 28); es imperativo que hoy día se tome en cuenta la necesidad de que cada sujeto sea formado acertadamente en su foco familiar debido a la influencia que esta formación ejerce en la actuación futura del individuo en desarrollo. No es desconocido que el seno familiar se ha visto distorsionado debido a diferentes situaciones, muchos padres concretan separaciones en sus relaciones, aun cuando el niño está pequeño, lo que afecta emocionalmente al infante y muchas veces trae como consecuencia la inestabilidad del mismo.

 

En este sentido, Lojo (2004): plantea que “los padres son los primeros en asumir la responsabilidad de ayudar a su hijo en el proceso de educación” (pág. 17); por lo tanto, es en la familia donde el ser humano adquiere las primeras costumbres que conforman una apreciación del mundo sobre la que a continuación se establecerán otras experiencias generales más elaboradas. Esta ardua tarea ha de hacerse de manera intencional y por ende amerita de una planificación familiar, se trata de promover una crianza intencional y organizada, la finalidad es adoptar un estilo parental que se fundamente en el amor pero también en la firmeza, donde las normas se promuevan en amor, cuyo objetivo es incentivar valores y principios que permitan que la interacción en la sociedad sea la adecuada, donde la comunicación y el respeto al otro sean valores intrínsecos en la actuación cotidiana. Es allí donde se complementan la axiología y la pedagogía, donde el trabajo mancomunado cobra mayor fortaleza, debido al aporte que, desde la individualidad, cada una hace para la educación del niño.

 

2.    Desarrollo

2.1. La Filosofía: Anfitriona de los Valores Familiares en el Contexto de Una Cultura Ciudadana para la Paz

Martínez (1999): “Considero a la filosofía como un conjunto de reflexiones de orden complejo en pro del avance del pensamiento hacia la contribución positiva de la esencia del Ser, en este sentido debe reencontrar su inspiración inicial” (pág. 49); como la que asumieron los griegos al preguntarse por el principio del todo; aquella que persistió en los grandes intelectuales de la edad media y la que hoy se ha perdido al considerarse una simple y sistemática metodología. El propósito final de la filosofía siempre ha de ser la de contribuir a la toma de conciencia acerca de la condición humana, de la condición del Ser y el aprendizaje para toda la vida. Quien filosofa debe tener la convicción que va en camino hacia el conocimiento de la verdad. Con esto no se quiere decir que la verdad es de fácil acceso; pero si existe la posibilidad de buscarla, y cultivarla.

 

La filosofía es la anfitriona del acto de educar, es la morada de los valores familiares en el contexto de una cultura de la paz. Es tanta la importancia de la filosofía en el hecho educativo, que Morín sugiere que las actividades académicas de física, química o biología sean impartidas por los docentes que correspondan y, a la vez estar, supervisadas y coordinadas por un profesor de filosofía que procure integrar la condición humana dentro de estas cátedras encomendadas a generar conocimientos primordiales sobre la ciencia, Peña (2018): manifiesta que “urge un aprendizaje basado en valores, con una formación humanista e instrucción del pensamiento” (pág. 213); lo que hace inferir que debe existir una concatenación entre el conocimiento de las disciplinas (como física, química, biología, entre otras) pero también en valores que permitan que el educando se forme de manera integral.

 

La objetividad absoluta en los seres humanos, sujetos terrenales, es imposible, aunque se la pretenda, cada ser humano es único y su realidad es diferente, por cuanto al ser un individuo pensante, crea en la estructura mental su propia concepción de mundo. Por lo que se puede decir que estos primeros años de vida dejan en el niño una huella indeleble para el resto de su vida. Por lo general el comportamiento habitual que una persona manifiesta es el aprendido en casa por medio de la interacción familiar. En consecuencia, los actos educativos formadores de valores desde la cultura ciudadana para la paz, no están libres de prejuicios, aprendidos en el hogar. En efecto, en el escenario de las instituciones formales encargadas de educar, en cada educador, cada estudiante, aprehenderá y actuará desde su propia percepción y sus conjeturas relacionales acerca de sí mismo; y de los demás, por tanto, tendrán el sello de su condición humana, de su Ser.

 

Percibo entonces que existe una necesidad de implementar el significado auténtico del diálogo, en el entendido de que la escuela tiene que convertirse en un espacio para él mismo.

 

Es necesario y urgente que los valores familiares se formen en un ambiente donde se respete la individualidad, que se colegien las ideas al tener como argumento existencial al diálogo, la palabra.

 

Es común observar que existe una desmotivación general de los jóvenes hacia el logro de metas académicas y personales, para esta generación no es sencillo enfrentar el desencanto postmoderno. Sobre ello, Giussani (2008): afirma, “el hombre postmoderno, no le interesa el proyecto histórico de la modernidad, sigue negociando, previendo, atrincherado en sí mismo como si la historia no tuviera finalidad” (pág. 79); Es deber humano mejorar el planeta y su civilización. Aun cuando, se dejó de soñar con un mundo ideal, se puede construir un lugar mejor donde todos puedan convivir en paz. Corresponde a la juventud asumir la gran responsabilidad de construir y reconstruir una sociedad mejor para el futuro, eso solo se logra desde el aporte individual que a posteriori se convierte en el aporte colectivo a la sociedad que le circunda.

 

La filosofía representa una alternativa de índole prioritaria para la construcción del hombre que contribuya desde su mundo a mejorar las relaciones interpersonales en todos los ámbitos de la sociedad, la cultura ciudadana para la paz desde la escuela y la familia constituyen los simientes para la consolidación de ese ser humano comprometido a actuar y tomar decisiones conforme a los valores y principios propios de una sociedad bajo los preceptos de la ética y la moral que necesita la sociedad actual. Para alcanzar formar y educar a estos sujetos comprometidos con la sociedad, la paz, y la convivencia en tolerancia se requiere del trabajo mancomunado de escuela, familia y sociedad por lo que la responsabilidad abraza a un tren de personas que estén dispuestos a trabajar con el corazón y las manos en un sueño casi utópico, debido a que las diferentes situaciones de violencia, intolerancia e indolencia que se viven hoy en día nos deja en evidencia que vamos en sentido contrario al ideal de una cultura ciudadana para la paz y la convivencia en tolerancia y en amor.

 

Por lo que esta labor debe ser intencional y consciente en todo el sentido de la palabra, porque como seres con alma, cuerpo y espíritu, las emociones negativas como la ira, el enojo, la intolerancia y hasta tristeza juegan un papel importante debido a que no se trata de promover a un Ser perfecto, por lo contrario lo indispensable es considerar que en nuestra imperfección esas emociones son permitidas, lo ideal es aprender a controlarlas y evitar que sean ellas las que controlen el comportamiento que se tiene ante las diferentes circunstancias que se presentan. Se pretende entonces hacer consciente a los actores sociales de la familia, escuela, y sociedad de que se puede contribuir a la convivencia pacífica desde la individualidad del comportamiento personal. Donde el ejemplo de los padres y maestros representa un protagonismo esencial en la vida del niño y joven en formación.

 

Hoy en día el compromiso con el otro, con la sociedad y con los estudiantes, se centra en conseguir el ideal de subsistencia de cada individuo; parte de nuestro trabajo es ayudarlo a que encuentre el sentido de su existencia, en un plano existencial donde los valores familiares tengan un lugar privilegiado. Para ello, es menester que los educadores replanteen seriamente su práctica educativa, sin alejarse de las inmensas posibilidades de esta era tecnológica, en virtud de los valores fundamentales del Ser. En este sentido, la escuela y los procesos sociales formativos que en ella se gestan, no se conciben de manera aislada.

 

Es necesario que la filosofía se constituya en la verdadera anfitriona en este proceso de integración de los valores para la paz en la praxis docente. Para desempeñar con esta función, el referido proceso debe dejar de ser una habilidad que sólo ejecutan algunas personas elegidas, cuyo diálogo es poco diáfano y que despojan a sus estudiantes de la posibilidad de sumergirse en el maravilloso cosmos del saber filosófico. Es preciso desmitificar el discurso filosófico de modo que se entienda lo que Hegel, Nietzsche hasta Foucault han dialogado sobre la esencia de la vida del hombre, en el marco global y planetario. 

 

El reto de enseñar en un universo en constante cambio, violento, peligroso, sumergido en diversas crisis, lleno de inseguridades, altamente heterogéneo y multifacético, debe ser concebido, y para ello es impostergable descifrar lo que necesitamos para ser docentes que formamos desde los designios de los valores ciudadanos, que no son otros que los valores familiares en atención a construir un mundo donde la paz encuentre su verdadero significado existencial.

 

Por ahora, podríamos comenzar por abrirnos a la llegada y permanencia de una cultura de la paz mediante el calor de los valores familiares. Ello lleva a concebir el fenómeno desde la humildad; sin duda, la complejidad del mundo implica fascinación y la admiración lo perciben sólo los humildes. No se puede ahondar en este campo sin apropiarnos de nuestros límites y sobre todo de nuestra recóndita condición humana, es lo indispensable en este desafío. Como expresa Maturana (1999): “…que respete el proceso de conocer del otro, porque existen múltiples realidades, todas ellas legítimas” (pág. 75).

 

Asombro, agradecimiento y humildad son las puertas de entrada a la formación en valores para la convivencia. Humildad de quien reconoce que no es superior a nadie, que es capaz de agradecer lo que se le brinda. No es mérito alguno si afortunadamente se ha nacido bajo la protección de una familia, sano, inteligente y fuerte; el verdadero merito está en sortear las dificultades, ya que la vida del hombre es un continuo y creador rescate ante el asedio de las adversidades.

 

La supervivencia de la especie humana es un permanente llamado a construir bajo el amparo de la fraternidad universal y cósmica que nos impele a ser tolerantes, y abrirse a la necesidad de respetar e incluso alegrarse de la diversidad, considerándola como una riqueza que nos rodea.

 

 

Considero que nuestra vida debería ser una prédica del humilde agradecimiento, al modo que refleja esta oración de Cerro (2006):

Señor, todo lo hemos recibido de tu amor, todo es regalo tuyo. Todo es expresión de tu ternura, de tu bondad infinita. Gracias por haberme dado la vida, tu misma vida. Todo nos los has regalado tú: la primera estrella, el primer átomo, la primera caricia de la primavera. Gracias Señor por los miles de detalles de tu amor, por estar de corazón en cada cosa (pág. 48).

 

Cuando se es agradecido, la vida resulta ser más llevadera cuando se afronta la dificultad, como seres humanos estamos sumergidos en momentos gratos y otros no tan gratos, sin embargo, la actitud y el comportamiento antes situaciones críticas es fundamental para superarlos con resiliencia. La familia, la escuela y la sociedad no están ajenas a esta realidad circundante, por lo que este comportamiento debe ser convertido en un hábito llevado a cabo de manera intencional, y para esto se requiere generar pensamientos complejos que coadyuven concretar alternativas de solución, y es precisamente ahí donde toma protagonismo la filosofía como anfitriona de los valores familiares en el contexto de una cultura ciudadana para la paz, porque los aportes deben ser producidos desde las reflexiones de sus actores sociales, quienes son los principales afectados o favorecidos por la aplicación o la no puesta en práctica de estas alternativas.

 

          Ahora bien, desde la labor docente se requiere de un compromiso mayor para con la sociedad, en el sentido de que muchas veces las familias están sumergidas en las diferentes ocupaciones que la misma amerita, y se deja a un lado el bienestar desde la perspectiva de los valores familiares en pro de la paz, debido a que se cree prioritario la labor y la complacencia de las necesidades elementales como el alimento, medicinas, vestido entre otras, que son importantes, pero con las que se debe hacer un equilibrio para formar y hacer del sujeto en crecimiento un ser humano que al desarrollarse sea un promotor y activista de los valores que tanto demanda esta sociedad, y esto sólo es posible de evidenciar a través del comportamiento desde lo personal, por lo tanto padres y maestros representan el mejor ejemplo a seguir, he allí la gran responsabilidad que se nos ha entregado.

 

3.  Conclusiones

Definitivamente, la palabra del Ser conlleva en su esencia la idea de transformación social, pues mediante ella se construyen espacios para la convivencia y la paz, al convertir el silencio en diálogo, la intolerancia en tolerancia, el mal en bien, los conflictos en espacios para la paz. Diría Freire (2007): “actitud dialogal” (pág. 113); sin duda, la palabra posibilita, en los entornos educativos, un clima institucional armónico, donde las relaciones interpersonales estén sustentadas en los pilares del respeto, la cooperación, la empatía, la solidaridad, la tolerancia, la creatividad y el conocimiento profundo del Ser, pues solo así se comprenderá el papel que desempeña en determinadas condiciones específicas de aprendizaje social y saberes compartidos, objetivo indiscutible de todo proceso educativo ya sea desde la escuela o en el seno del hogar.

 

  Es evidente que el diálogo creará el ambiente propicio para la construcción de conocimientos e ideas valiosas; es además fuente de vivencias afectivas y un estímulo para que el niño se implique en su aprendizaje. Desde el ángulo motivacional, el diálogo desde el Ser constituye una vía para activar la disposición humana hacia la búsqueda y construcción del conocimiento compartido y de espacios para la paz.

 

Desde la perspectiva ontológica de realización humana, mediante la formación en valores para una ciudadanía con acciones en pro de la paz en el contexto educativo, es importante concertar que el desarrollo del Ser lleva consigo formar una actitud proactiva, innovadora, de creación al hacer propuestas y tomar iniciativas para transformar el entorno educativo y social; también, para aprender a reflexionar y autoevaluarnos como educadores, con un sentido crítico, como seres humanos comprometidos en vivir mejor.

 

Este proceso reflexivo de construcción personal implica en sí mismo un proyecto de vida que orientará nuestra acción en las instituciones educativas, en las cuales tendremos como misión impartir una enseñanza universal centrada en la condición humana. Al respecto, Morín (2010), expresa: “Estamos en la era planetaria; una aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano” (pág. 68). 

 

Por esta razón es que la educación no puede lograr su objetivo si se mantiene alejada de los alcances de la ética, pues educar, según Morín (2009), es:

formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término: formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales (pág. 72).

 

Por tanto, educar en la era planetaria significa formar el perfil del niño hacia una estructura mental forjada en los valores comunes, de esta manera anular el individualismo y el egoísmo producto de pensar solo en sí mismo, repensar en el bienestar colectivo permite imaginar un mundo mejor, la idea es contribuir a dejar este mundo mejor de lo que lo conseguimos. Educar entonces no se limita al simple hecho de impartir una asignatura con competencias específicas que debe demostrar al final de un año escolar,  este complejo proceso requiere de una tenacidad que va mucho más allá del aula de clases, porque el individuo comprometido en promover una sociedad civilizada lleva consigo de manera permanente este compromiso, compromiso que es una representación de la ética y la moral que se manifiesta abiertamente a través de la actuación que asume en su vida cotidiana, o dicho de otro modo a través de las palabras de Cortina (1996):

La educación del hombre y del ciudadano ha de tener en cuenta, por tanto, la dimensión comunitaria de las personas, su proyecto personal, y también su capacidad de universalización, que debe ser dialógicamente ejercida, habida cuenta que muestra saberse responsable de la realidad, sobre todo de la realidad social, aquel que tiene la capacidad de tomar a cualquier otra persona como un fin, y no simplemente como un medio, como un interlocutor con quien construir el mejor mundo posible (pág. 56).

 

El fin último de la educación es formar desde la infancia los valores y principios éticos y morales, éstos representan los pilares que forjarán el carácter y temperamento que todo ser humano necesita para evolucionar. El conocimiento de las disciplinas impartidas en la escuela es de prioritaria importancia para cultivar la cultura general, son necesarias para desarrollar las habilidades y destrezas que todo oficio y profesión requiere como base.

 

Comprender al valor de la alteridad convierte al individuo en un sujeto que toma en cuenta el valor del otro como partícipe de su propio crecimiento personal, es decir, es lo suficientemente noble y humilde al entender las situaciones ajenas y contribuye a solucionar circunstancias complejas, pensar en el otro nos enseña a limitar nuestro ego, porque debemos reconocer el significado que tienen los demás en nuestras vidas, muchas de las buenas cosas que poseemos son resultado de la interacción con los demás, por lo que las relaciones interpersonales o amistades significativas representan para el ser humano una oportunidad para edificar el carácter, educación, y cultivar los valores, por lo que se puede decir que la ayuda es recíproca, y cada ser humano se forja con otro, el aprendizaje es continuo y permanente por toda la vida.

 

Entonces, se quiere un Ser que sepa reconocerse como miembro indiferenciado, interdependiente, que se concreta en un yo con lo cotidiano del otro, que profundiza en el concepto de persona como integrante de grupos de convivencia, cuya vida sea testimonio de profundos valores, como el amor, la justicia, el respeto, la tolerancia y la paz, legitimando lo valioso de la existencia humana y su historia en el plano ontológicamente existencial.

 

4. Referencias

Cerro, H.  (2006). Tu Sangre Señor. Mimeo de Pérez Esclarin. Venezuela: Ediciones Maravan.

 

Cortina, A. (1996). El Quehacer Ético: Guía para la Educación Moral. Madrid, España: Santillana.

 

Freire, P. (2007). La Educación como Práctica de la Libertad. México: Siglo Veintiuno Editores.

 

Gervilla, E. (2003). Educación Familiar. Primera edición. Madrid, España: NARCEA.

 

Giussani, L. (2008).  Educar es un Riesgo. Buenos Aires, Argentina: Ciudad Nueva.

 

Lojo, A. (2004). Trabajando con los Padres en la Escuela Infantil. Primera edición. España: Ideas propias.

 

Martínez, M.  (1999). La Ciencia, su Método y su Filosofía. México: Trillas.

 

Maturana, H. (1999). Emociones y Lenguaje en Educación y Política. Argentina: Hachette/Comunicación. CED.

 

Monroy, A. (2001). La Formación de Valores en los Adolescentes. Cuarta edición. México: Panorama.

 

Morín, E. (2009). Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro. Francia: UNESCO.

 

Morín, E. (2010). Método 6. La ética. Madrid, España: Cátedra.

 

Peña, J. (2018). Transformación del Docente desde el Pensamiento Complejo. Revista Scientific, 3(7), 211-230. Recuperado de:

          https://doi.org/10.29394/Scientific.issn.2542-2987.2018.3.7.11.211-230

 

 

María Gabriela Sánchez Noguera

e-mail: gabrielasanchez2015@hotmail.com

 

Nací en San Felipe Estado Yaracuy, Venezuela. Me gradué de Profesora de Química en el año 2006, en la Universidad Pedagógica Experimenta Libertador. Realicé estudios de Postgrado en la misma casa de estudio y para el año 2010 recibí el título de Magister en Enseñanza de la Química. Doctora en Ciencias de la Educación en el 2016 egresada de la Universidad Fermín Toro de Cabudare. He realizado estudios de actualización en evaluación, formación docente, inglés y diversos cursos, talleres, foros, jornadas y encuentros relativos a la docencia en el área de la pedagogía.

 

El contenido de este manuscrito se difunde bajo una Licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

 

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DOI: https://doi.org/10.29394/Scientific.issn.2542-2987.2018.3.10.16.290-303